Reflexionar sobre la presencia en la red se ha vuelto casi imprescindible en un mundo donde buena parte de nuestra actividad está mediada por entornos digitales. En mi caso, realizar egosurfing y buscar mi nombre, Irene Rincón, me ha permitido observar qué información aparece asociada a mí y hasta qué punto coincide con la imagen que realmente quiero transmitir. Aunque los resultados no siempre sorprenden, este pequeño ejercicio hace evidente que, incluso sin darnos cuenta, vamos construyendo una identidad digital que otros pueden interpretar de distintas maneras. Hoy en día no se trata solo de “estar” en Internet, sino de entender qué impacto tiene nuestra actividad online. Personalmente utilizo las redes sociales para mantenerme informada, seguir temas de interés y comunicarme con otras personas, pero también soy consciente de que cada publicación deja una huella. Esta mezcla de espacios personales y públicos obliga a encontrar un equilibrio entre lo que quiero compartir y lo que prefiero mantener en privado.

En el ámbito profesional, las redes sociales pueden ser herramientas muy útiles. Más allá del uso social o recreativo, permiten conectar con personas del sector, mostrar proyectos y construir una imagen coherente con nuestros objetivos. El concepto de personal branding cobra sentido aquí: no se trata de “crear un personaje”, sino de cuidar la manera en la que nos presentamos y participamos en comunidades digitales. Este proceso puede parecer exigente, pero también ofrece oportunidades para aprender, crecer y abrir puertas a nuevas experiencias.

Por otro lado, resulta fundamental tener en cuenta aspectos como la ciberseguridad y la protección de datos. Configurar adecuadamente la privacidad, revisar la información que compartimos y ser conscientes de los riesgos son pasos necesarios para movernos de forma segura. También es importante conocer el derecho al olvido, que permite solicitar la eliminación de ciertos contenidos cuando estos ya no reflejan quiénes somos o pueden perjudicarnos.

En definitiva, nuestra presencia en la red es una combinación de lo que compartimos, lo que hacemos y cómo interactuamos. Cuidarla no significa mantener una imagen perfecta, sino ser conscientes de que forma parte de nuestra identidad. Construir una presencia digital equilibrada y auténtica es una manera de aprovechar los beneficios del entorno digital sin comprometer nuestra privacidad ni nuestra reputación.

Considero que soy afortunada al haber crecido más o menos al mismo ritmo que Internet. Esto ha hecho que, desde muy joven, fuera consciente de la importancia de tener una presencia responsable en la red. He aprendido a convivir con las redes sociales como un espacio que forma parte de mi identidad, pero también como un entorno en el que debo cuidar mi privacidad y mi reputación digital. Por esta razón, siempre he procurado construir una presencia prudente.

Al realizar la actividad de egosurfing, lo primero que aparece al buscar mi nombre es mi perfil de LinkedIn, centrado exclusivamente en el aspecto laboral. Esto no me sorprende, porque desde hace años utilizo un seudónimo en mis redes sociales personales. Separar mi identidad profesional de mi vida privada me ha permitido participar de forma más libre y espontánea en comunidades digitales sin mezclar ámbitos que quiero mantener diferenciados.

Considero que estar presente en la red es importante, especialmente en el ámbito profesional y artístico, ya que se ha convertido en una carta de presentación que comunica quiénes somos, qué intereses tenemos y qué tipo de aportación podemos hacer. Sin embargo, también creo que esta presencia debe gestionarse con precaución, evitando la exposición innecesaria y priorizando la seguridad personal. En mi caso, uso las redes sociales principalmente para dos propósitos: por un lado, mantenerme informada y conectada con comunidades afines y,  por otro, construyendo una red profesional sólida que refleje mi trayectoria y mis intereses académicos y laborales.

El hecho de cuidar mi presencia en Internet, separando la vida profesional de la personal y utilizando un seudónimo en redes sociales, se sostiene gracias a las normativas como la Ley Orgánica 3/2018 de Protección de Datos. Esa ley reconoce el derecho a controlar nuestros datos personales en línea, permitiéndonos borrar información de Internet cuando los contenidos compartidos ya no son necesarios, precisos o pertinentes (conocido como «derecho al olvido»). Además, la AEPD advierte de los riesgos de privacidad derivados de la huella digital y alerta que, incluso si borramos una publicación, esta puede continuar almacenada en servidores u haber sido copiada por terceros, por lo que recomienda revisar con cuidado qué compartimos. Pero es tranquilizador saber que existe un mecanismo legal para proteger mi identidad digital.

En resumen, quisiera pensar que mi presencia en las redes se basa en un equilibrio entre profesionalidad, protección de mi vida personal y participación consciente en las comunidades digitales. Continuar construyéndola de forma estratégica es parte de mi desarrollo académico y profesional.

Bibliografía:

• Agencia Española de Protección de Datos. (s.f.). Internet y redes sociales. https://www.aepd.es/areas-de-actuacion/internet-y-redes-sociales

• Ley Orgánica 3/2018, de 5 de diciembre, de Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales. Boletín Oficial del Estado, núm. 294, 6 de diciembre de 2018.